Dos estudios realizados en Aita Menni se presentan en el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría

Ambas investigaciones tienen que ver con la psicopatología del ictus. Estudian, respectivamente, la irritabilidad en personas que han sufrido un ictus y la capacidad de reconocimiento que tienen estos pacientes de comprender las emociones en las caras.
Aita Mennin egindako bi azterketa aurkeztu dira Espainiako Psikogeriatriako Elkartearen XXIII. Biltzarrean

La Sociedad Española de Psicogeriatría celebra su XXIII Congreso Nacional, este año conjuntamente con la Asociación Europea de Psiquiatría Geriátrica. El evento tiene lugar en la Universidad de Deusto en Bilbao. Allí, con la colaboración de la Facultad de Psicología y Educación, más de 300 expertos en la salud mental de las personas mayores presentarán novedades en cuanto al abordaje de enfermedades asociadas al envejecimiento.

Ictus: irritabilidad, depresión y dificultad para entender las emociones

El sábado, día 25, dos estudios llevados a cabo en el Hospital Aita Menni se expondrán al cierre de este encuentro científico. Naiara Mimentza, neuropsicóloga del Servicio de Daño Cerebral, dará a conocer su investigación sobre la irritabilidad en pacientes con ictus. 45 pacientes de la Unidad de Arrasate-Mondragón han participado en este análisis, el 40% de los cuales ha presentado irritabilidad. La irritabilidad lleva a las personas afectadas a un estado agresivo y de enfado que hace muy difícil la convivencia.

Dos estudios realizados en Aita Menni se presentan en el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría

Previamente el doctor José Ignacio Quemada, director médico de Aita Menni, explicará que en el ictus y el daño cerebral son de sobra conocidas las secuelas físicas pero no tanto las consecuencias psíquicas, que también alteran la vida de los pacientes y de su entorno. “Dentro de las secuelas del daño cerebral, los cambios cognitivos y conductuales marcan el día a día y el futuro de las personas y sus familias, y por ello hemos realizado este estudio”, explica.

Pero el ictus no solo puede provocar irritabilidad, también puede aparejar como consecuencia depresión y cierta dificultad para reconocer emociones en las caras. “De las secuelas psíquicas del daño cerebral se sabe que uno de cada tres pacientes ha sufrido depresión tras la lesión, y ahora constatamos que muchas de las personas también presentan otros tipos de trastorno afectivo como la irritabilidad. Este estado lleva a los afectados a ser agresivos y enfadarse, haciendo muy difícil la convivencia. Por ello, su estudio y tratamiento se erigen fundamentales en un hospital como el nuestro”, afirma el doctor Quemada.

Otra de las consecuencias que puede aparecer tras un ictus es la dificultad a la hora de reconocer las emociones en caras de otras personas. El psicólogo Eduardo González, del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Hermanas Hospitalarias, hablará en Deusto de los resultados sobre un estudio al respecto en el que han participado 51 pacientes de Aita Menni.

Dos estudios realizados en Aita Menni se presentan en el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría

Los pacientes fueron sometidos a la Prueba de Evaluación de Reconocimiento de Emociones (PERE), creada por el psicólogo David Gil. La prueba está compuesta por 54 imágenes de personas que expresan facialmente las 6 emociones básicas (felicidad, tristeza, enfado, asco, miedo, sorpresa) y una expresión neutra. Los resultados preliminares son alarmantes, ya que el 70% de los pacientes con ictus presentaron graves dificultades en el reconocimiento de emociones.  Las puntuaciones medias de los pacientes con ictus fueron un 20% más bajas que las halladas en pacientes diagnosticados de trastorno mental grave y un 30% inferiores a las de la población normal. Nuevamente y corroborando los hallazgos encontrados en otros estudios, las emociones que peor se detectaron fueron miedo y tristeza. 

El investigador apunta que se ha de prestar especial atención a este problema, «ya que la capacidad de reconocer las emociones en rostros de otras personas supone la base de aspectos tan necesarios e importantes como la empatía o el ajuste social. Esta circunstancia puede generar un auténtico círculo vicioso en el que el paciente termine aislado socialmente, y con un alto riesgo de padecer trastornos de tipo afectivo lo cual complicaría su proceso de rehabilitación”.