Neurorrehabilitación y daño cerebral

Roberto Corrales, corredor: «Yo puedo»

Sufrió un daño cerebral severo a causa de un atropello, que lo sacó de la carretera y de la profesión de camionero. Pero no le quitó las ganas de seguir corriendo. Su determinación y su forma física han sido grandes aliadas en su vuelta a las carreras. Aunque sabe que no es el mismo de antes, disfruta y está contento con su nueva vida, por eso quiere contarnos su experiencia. 
Roberto Corrales, corredor: "Yo puedo"

Sufrió un daño cerebral severo a causa de un atropello, que lo sacó de la carretera y de la profesión de camionero. Pero no le quitó las ganas de seguir corriendo. Su determinación y su forma física han sido grandes aliadas en su vuelta a las carreras. Aunque sabe que no es el mismo de antes, disfruta y está contento con su nueva vida, más rutinaria, menos espontánea pero rica también, por eso quiere contarnos su experiencia. 

Roberto Corrales, 55 años, lo atropellaron una mañana temprano cuando se dirigía a su trabajo como conductor de camiones. Del Hospital de Cruces, donde ingresó de urgencia y donde trataron su fuerte traumatismo (estuvo 18 días en coma), fue trasladado a la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni en Mondragón. Consiguió caminar en algo más de dos semanas y tras unos meses de rehabilitación intensiva pasó a recibir tratamiento ambulatorio en el Centro de Neurorrehabilitación Aita Menni (CENER) de Bilbao.

Hoy, 3 años después, se define como «corredor». Corre con la camiseta de Aita Menni, «por todo lo que me han ayudado a volver a estar activo, a caminar en la cinta, al principio amarrado —se ríe al recordar el arnés—, a salir al monte y echarle valor hasta volver a correr; tanto que estoy contento»– dice emocionado. El emocionalismo es una de las secuelas de la lesión cerebral severa que sufrió, pero no quiere que le impida alcanzar sus propósitos, en este caso, compartir su experiencia personal superando, compensando y aceptando su nueva situación.

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Su propia carrera de fondo 

En esta carrera de fondo le acompaña su esposa, María Ángeles Verdejo, cuidadora incondicional. «No me la merezco, que me esté cuidando como me cuida y como me trata. No sé cómo me aguanta. Las que he liado, he tenido que pedir perdón hasta los médicos», recuerda Rober, feliz de tenerla a su lado. «¿No me vas a merecer?», bromea ella. A veces «estamos juntos más de lo debido», razona nuestro protagonista enumerando lo difícil que puede llegar a ser para su mujer convivir con sus dolores de cabeza, sus problemas visuales, su fatiga psíquica o sus dificultades para concentrarse. Marian, que ha participado en nuestro programa Educa V de apoyo ante la sobrecarga de las personas que cuidan, lo lleva con buen humor y mano izquierda. «Nos conocemos desde chavales, nos hemos reído mucho juntos y también hemos llorado mucho. Ahora intentamos cuidarnos y disfrutar todo lo que podemos».

Roberto recuerda cuánto le ha ayudado el equipo de Aita Menni, y menciona especialmente a la neuropsicóloga Noemí Álvarez, con quien continúa manteniendo una sesión semanal además de participar en las actividades grupales de nuestro Centro de Día en Bilbao. Tiene palabras de elogio además para su fisioterapeuta de Mutualia, Txus Romón, también corredor de largas distancias, y para su amigo Javi Ibargüen, entrenador de la Escuela de Atletismo de Erandio. «Han sido pilares fundamentales en el control, en que Rober sea capaz de controlarse a sí mismo corriendo», aclara Marian. Con ambos corre a menudo y participa en carreras como la Maratón Nocturna de Bilbao, la Desde Santurce a Bilbao, la Herri Krosa de Erandio o la Carrera de San José de Villasana de Mena, entre otras.

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Ahora cuenta con el asesoramiento de sus amigos Txus y Javi, pero Roberto Corrales empezó a correr antes del accidente, sin que nadie le dirigiera, para bajar peso. Debido a un susto que le dio la hipertensión, comenzó a cuidarse mucho: en dos años dejó de fumar, dejó de tomar alcohol y bajó de 90 kilos a 65. «Como de todo, pero limpio», -subraya-, «hay que ser moderado»«Al principio las pasé canutas corriendo, no llegaba a 300 metros. Y así un día y otro día…». 

Exigente consigo mismo, su fuerza de voluntad es artífice en buena parte de su recuperación.

-Déjame, que yo puedo.

– Quiero ayudarte.

– No.

Estas frases se repiten constantemente en su vida. «No le agrada nada que hagan las cosas por él. Le molesta terriblemente. Tiene muchísima fuerza de voluntad, muchas ganas de hacer cosas. Por eso está aquí como está«, asegura Marian. «Dijo que iba a volver a correr y volvió a correr». Le han ayudado su determinación y su envidiable forma física desde antes del accidente: 40 pulsaciones por minuto en reposo. «Estoy jodido porque quiero estar activo. Soy un poco bruto. Y me enfado conmigo mismo. Era cabezota; ahora dicen que soy más. Quiero echar el freno pero no frena la cabeza. Ahora soy más consciente de ese problema», corrobora.

Entre el «yo puedo» y la aceptación de los límites

«Que sea activo es muy bueno -explica Noemí Álvarezpero con Rober siempre ha sido difícil poner la medida en todo, controlar, poner freno. Cuando comenzó la rehabilitación en el CENER, una de las primeras pautas, por ejemplo, si quería salir a la calle era pactar cuanto tiempo, fijar una hora salir y para volver a casa, porque era capaz de andar por ahí a las 3 de la tarde a pleno sol más de dos horas seguidas en verano».

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Aunque a Rober le cuesta ‘dosificar’, es su afán de superación «total» lo que ha posibilitado que pueda seguir corriendo, que haya aprendido a cocinar, que sepa orientarse de nuevo, etc., subraya su esposa, gran coterapeuta. Noemí II, la llama él en chanza. «Aparte de correr, me gusta andar, con la cabeza recta, y es cuando mejor estoy. Es lo que me trata mejor». Es muy andarín, sale cada día y entre mañana, y tarde puede caminar hasta 20 kilómetros diarios, siempre fuera del entorno urbano, «porque no aguanto las aglomeraciones y el ruido», se justifica. «No aguanta en exceso los ruidos, el bullicio, se cansa y se le hace duro recibir mucha información de golpe, prestar atención mucho tiempo –apostilla Marian- por eso le cuesta un poco relacionarse con gente en la calle».

Le encantaba conducir su camión y enseñar a los demás compañeros más jóvenes a manejarlo. Como ahora no puede conducir debido a sus alteraciones visoperceptivas y visoespaciales y su epilepsia (otra de las secuelas del TCE que sufrió), Rober dedica su afán de ayudar a los demás compartiendo otros conocimientos, como sus nociones sobre atletismo con corredores noveles. Les acompaña un tramo y les aconseja. «Luego en carreras te ven y te paran, te hablan», sonríe agradecido y satisfecho porque sabe que su experiencia puede ayudar a otras personas. Y aunque a él le siga enfadando reconocer sus límites, ya los acepta. «¡Y eso es un mundo! Un trabajo hecho aquí, en Aita Menni, porque antes él se empeñaba en atravesar una pared. Yo también antes hacía nosequé y ahora no puedo», le anima Marian con cariño.

Roberto Corrales puede hacer muchas cosas y, desde luego, correr; por eso está pensando en federarse en Atletismo para deportistas con diversidad funcional o discapacidad, para poder competir en su categoría. Desde la Agrupación Deportiva Aita Menni (ADAM), el monitor Carlos Cañete le está ayudando en las gestiones. Seguro que pronto veremos a nuestro atleta en más de un podio.

Nos despedimos mientras Rober y Marian hacen planes para ir al pueblo de Salamanca en verano o recuerdan lo bien que lo pasaron en el último balneario, y la gente tan maja que conocieron.